El pasto en una caja de cartón de zapatos junto al recipiente con agua de los gatos para que los reyes de tus padres los vacíen en la alberca de lona y en una
bolsa extra de papel canela oculta en el patio. Así es la víspera. Ansiedad que
se quita con el sabor del juego de los regalos desenvueltos. Reina de los
caprichos.
Luego el mar de los meses vuelve al párpado.
Junto al mar de los padres encima con lo puesto.
Prêt à porter de restos sobre restos. Aguas de olivo
de aquel olvido a leña de hogueras enfriadas con
desiertos. Y unos cuantos kilómetros.
El mar siempre regresa, litera sin relojes lo visible
porque su mutación jamás se pierde a penas se desplaza.
Olas del mar en lo doméstico.
Reyes imaginarios en las postas que ruedan cabezas de la sombra. Huelgan de
luz voluntariadas las estrellas con la fugacidad impresa brizna de las huellas donde ruedan a súbdito rebabas de las propias redadas por madejas. Realezas de enroque
del instante, de aquella velocidad más rápida que la luz puesta sobre un punto.
Sutilezas a sucursal en el mercado común de los océanos.
Mañana del poema, 2016
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