domingo, 25 de marzo de 2012

LA FLOR DE LA PIEL


Ninguna guerra ni sus continuidades 
íntimas, mal maquilladas últimas, Gertrude, 
devolvió sensatez a las edades. 
Hay espacios intactos uno por uno. 
Lo visible tras ubres por las haches
en ayes. Inabarcable allana subrayados.  
Ars del punctum de plicas 
sin polemos.
Natura.

Polvo de sismo bien distinto
al que anda en el aire en escobazos
de vara pareciendo anidar
a como dando pasajes sobre el parque. 
Polvillo que tiembla de alfileres 
salidos de estambre sin ménsulas 
edilicio. 

La palabra epicentro es un albergue.
Lo frágil donde Aquiles doma cíclopes
tiznados con sirenas de luz mala.

Hay tormentas sin mar para los mástiles.
Arpilleras para guardar la tosca de alcachofa.
Cardúmenes sin barca. Leoneras de alcaulcíles.
Perla de los rotores con pájaros advertidos.

Réplica donde insiste un Periférico
de las bicicletas sin pedales.
Historia natural en sus jamases
opaca e híbrida. Ávida del habrá 
para los hubo, nunca acostumbrados 
amarre y nudo. De Homero a Joyce soga 
por soga. Hebras de la ciudad en la flor de la piel
de los Texcales.  Lo real sin gastos de envío
es un muelle del mundo que se mece.
Tierra viva en Texcoco. A dor que deveras.
Siboga, grava de la ciudad que monta en pelo.

Soi Même del país otro, Gertrude, regir de la Sibylla.  



                                      
                                                                                                         En La sangre de la letra, 2012.





No hay comentarios:

Publicar un comentario