De lo que excluye la gravedad tiende surtidores. Mangas antípodas. Aferencia que prosa. Mensajes periferia en las demoras sin papilas de tiempo. De tacto en las pupilas. O, mejor dicho, eso que innecesario ello, piel precisa. KOJÈVE, 2016
La tarde guajolota es un tamal exquisito de mole dentro de un bolillo degustado con mates. Mientras el habla castellano de español por escrito, en tiempos de trompeta, se extravía probable. Ese probable sutil, Emmanuel, perdido en retórica que ensimisma no consentirse ajeno. Y escandido se obceca paisano por paisano. KOJÈVE , 2016
En el pasillo más lejano de la sala. La escritura sin más que manuscrito. Restos que pertenecen a manubrios de exilio en las didácticas, las dizque teorías de composición o las trincheras cubiertas de estrategia. Espuma de las trampas en la palabra grava. Y pretende la prosa cuanto escaldada tópicos traduce. Y en esa implicación de forma. Convocadas las cosas de extravío. Dispersas por olvido emancipado. Alabardas y hebras de hastío en las memorias. Aliviadores del tránsito en la sombra. La ciudad en la ciudad pasta lenguaje. Adoquinado, pedregal, volcánico y arcilla. Propiedad horizontal de las ranuras.
La sangre brota en charcos de tomates regados con cianuro por la Barrick. Tras heridas de balas con lo visible silbo entre las sábanas. Morena indecible puesto de golpe tras los golpes. Moreno güero nudo entre los restos nudos canto insepulto. KOJÈVE, 2016
Ese momento no detiene lo explicado. Borra las cartas náuticas que siquiera transcurren. Porque toca. El remanso la oscuridad a flor de agua encandilada a muelles con la ciudad arriba. Desde el río sin luna.
Y del vago terrenotraducción horada sacude daño material. Remonta ileso en lo que en tierra. Aquello intraducible literal que exige tallos por goznes. Como al espacio el tiempo que in traduce plurales de uno a uno. Y la pregunta el signo del poema. Irreductible piedra de la tinta en ceniza. Lápiz del lunes de lo oblicuo. Nido de los escombros en el cielo del jueves. Lo que jala de olvido y visa arena los relojes. Incidental. Cruje lo que desbroza contingente de hoces en el musgo de iletrada memoria.
Balvanera Lisboa, adoquinado finta por los rieles. Suma de lo que asombra siesta de los mitos, barajadas hebras en el fasto ese para dentro rasgo a distancia. Y la palabra sangre en el papel picado. Vertido canto altura del arado por águilas rodando en la palabra tarde las mejillas. Hundida sobre saltos en pelo que extiende salva al sorbo sin despojos. Canana de la palabra en la palabra. Intensidad y hormiga. Don que destina a la caricia. A estas aguas venimos por el cántaro. Por aguas del abrazo con paraguas. Esteros en el cello. De aquellos delicados bronces el fino hierro escrito olivo del olvido. Que incluso de la historia se despierta del sueño sin monturas. Resolana en los puentes y las fosas. En plural de paloma sin certeza el verde de los blancos con los rojos de gajos entre gallos la Patria es impecable y diamantina.
Se soltaron canoas en la orilla. Echadas de raíz por las bodegas. El ojo del anzuelo anuda lo que nada del agua hace zaranda y del estuario vientre a las cabuyerías. Silbo de la palabra en la intemperie a voces siesta de la noche. Tararira.