Arnaldo, ese
alba náhuatl
del canto ahora,
hora del pastizal,
en el venus
menos del triunfo
en lo que
nace advertido
gramilla, surco,
arena
de zanjones.
Porque al poeta
de suspiros
como al de ideología
se cuecen de termita
en lo dado
a ser
comido.
El signo lingüistico
siquiera será
convocado al apapache
en las banquinas
del pueblo porque
es su siesta
y en ella brilla
brizna
al mate cocido.
Y en la casa del gusto
abre sus demoras más
espléndidas con las
pequeñas voces
de lo iracundo,
garza para que
la luz mala.
¿Es que viste alguna vez
[ al bien y al mal separados?,
[ la escoria a muchas leguas
[ de la rosa?
Ventana del abismo
la palabra, su cetro
hacen aguas
chilangas
porque
sin saber
hacen
con lo advertido
la procura
con gentilicio
el adjetivo
que horadan.
Centella y estibaje
desalambrado el puerto.
Atinaste
porque no pasan lista
los pétalos. Y el jueves
de raíz la hora
a la palabra
sopla.
Y el alma ad libitum
marcha cacofónica.
Cuadernillos de viaje,
esperas de Maipú,
horquetas de i griegas
para las melopeas
del largo agosto
en su rayo
sin rituales.
Y el menos monje
del verso arado sin
remolques, la zona
más del vértigo y paloma.
En la tarde del sesgo
ronca la puerta tordecilla
ronrronea porque en su real
de bestia alondra sabe que
sucedemos sin traducción
aire mendigo
amarillo adiós
chimango
madre
cuanta cotorra o pollo
terneros y niñales
mariposas de alfalfa
El fumigador abre cubierta
para que la obra esplenda.
Su guardia desanuda. Jamás
inocente ante las cosas
del mundo roedor gatunen,
es decir recuperen hocico
del musgo de penumbra,
haz de los quintales.
Afrechillo, querosene y estibajes.
Birome, escalpelo.
La noche se ha quedado sin nadie
Vertida flor del sorbo
alzada luna que vela
su otra cara
en la risa
imposesiva
que encendiste.