A medida
que el cuenco desparrama en los sitios
la madriguera
se despliega.
Los numerales
pierden los bolsillos, siempre pequeños.
A esperar
la madrugada éxtima.
En blanco
quedan mis papilas prontas al audífono.
Sin podio
en cardiogramas, sólo pistas. Dactilares nortes mochos
de güera
latitud perecedera.
El blanco
corazón arrastra lobos donde ninguna cúspide,
entorna puntería
ni esparce orejas
con
bonetes de esquina para burros.
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