El grado único de helada alcanzó a burlar la jerga
sin dispersar mensuras de las que nadie habita. Ni
disipar monturas su quiasma deletéreo. Con el sol
en sus ancas dejo clavado el día de habla, muda,
golpeado. En los mudos baremos de quien se arrodilla
en la gangrena. Ocre sobre rojo a rojo. Sopló papel picado
a golpes de pecho, de amamantar tinglados para quedarse
tiesos. Eso ileso de adobe que con guano adoban las bardas
que sólo después un soplo mayor escupe cuando el suelo
tirita.
El hilo de algodón de los matambres, 2018
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