Resplandores acuosos de los autobuses en ese impacto
que no alcanza para destellos. Disidentes del sexo que
la lengua de inicio dizque zanja. Disuelta lengua en lo
que sin suyo del cuerpo se agita haciendo olas de oso.
Alrededores del aliento. Incluso por el centro que carece
de hollejos donde el simulador de vuelo de las palabras
dan al duelo pedales al aire por milicias. Mirto a mirto.
Aquella pubertad espera la llegada del signo lingüístico
que arrase los prejuicios como la hierba leña al fuego,
con tormentas que insisten el verano de mitos por su este.
BENTO, 2024
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