No hay furia de la traza correcta; ni libro sin
sosiego. Toda perfección es obscena. Recuerdo
de unos versos del inmejorable punch de un
poema contundente. De Marcela Armengod. Del
tiempo en que los buenos poemas venían en la
portada rectangular de un pequeño sobre
de azúcar.
Vaya pleonasmo. Vaya siglo pasado.
Vaya corta piel de las trincheras que no reclaman
signo porque lo que nos asedia como recuerdo
aflora sin más. En la borra sin desierto
del afectio.
Único de pocas, horizonte, que al confín hace hábitat.
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