Seguí la línea
roja para carros
sin frenos,
sobre nivel del mar.
Cabeza al pedregal
en cada vez más montoncitos
revuelto de metraje y cantera.
Nada más rodar sin estrellas, estrellado.
Las ciudades del sudeste abajo en cada tanto
de océanos de lucesitas.
Viento y trayectoria de pavimento en carretera
por las rocas benévolas, salvadoras insufladas de hálito
al asfalto.
Messico en el letrero indica lo que resta de camino.
En medio de la nada de montañas.
Veneto no pertenece a los relojes de ningún
velocímetro que pronuncie beso de la contingencia
inigualable de quien salvado el cuerpo y su cabeza abrace
o sea abrazado. Del real del regreso.
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