martes, 7 de diciembre de 2010

Y










Horqueta y ramaje dibujan las pavesas.  



Como el cierre relámpago un anagrama es arado bifronte.
Es decir, cuatro orillas y una singladura. Cause de lo innumerable  
donde se dejan los múltiplos y los conteos.
Aprehendemos aquellos ríos diminutos donde no solemos beber
o contemplar algún rasgo propio en lo ajeno, donde quedarnos
a merced de su sombra, sin querer saber.




Los cardinales son al mar lo que una ardilla al parque. 



Como ciudades lo que resta de paso
queda intacto de argucia junto a lo inenarrable
que pasa o nos recuerda. La brecha es un pabilo.



Una hebra de piedra del estanque diseminada en musgo.



Lugar del rasgo único del diurno con su acervo de noches, 
Kyoto en Tokyo.  
Mi norte es el oriente en minúsculas, donde el sol nace sin gentilicio.
Cada quietud ceñida a la bifurcación de lo imposible. 
De suyo silencio hacia la enunciación del cosquilleo.
Donde los animales del sigilo, cántaro, jardín de ruiseñores.

  


















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